Cuando hablamos de disfunciones y trastornos sexuales, una de las cuestiones que suelen presentársenos es la de la "adicción" u "obsesión por el sexo". Desde un punto de vista clínico, el Manual Diagnóstico y Estadístico de trastornos mentales (DSM-IV) no lo considera como categoría diagnóstica separada dentro de los trastornos sexuales. Más bien, queda englobada dentro de los trastornos de ansiedad y, más específicamente, se diagnostica como "trastorno obsesivo compulsivo" (TOC).
La obsesión constituye el aspecto mental del trastorno y la compulsión el conductual. En la primera fase, la persona se absorbe en pensamientos o fantasías sexuales. Luego empieza a seguir determinadas rutinas o rituales en busca de estimulación sexual, lo cual puede convertirse en algo más importante que el orgasmo. Entonces se efectúan determinadas conductas relacionadas con la obsesión −cuya ejecución no disminuye el deseo ni satisface la necesidad−.
En términos generales, la obsesión por el sexo se manifiesta por medio de conductas que persisten e interfieren en la vida cotidiana. La actividad sexual en cuestión se convierte en una prioridad y se descuidan otros aspectos. Las consecuencias de la obsesión por el sexo pueden tener repercusiones en el ámbito social, emocional, físico −estrés, nerviosismo y posibles contagios− legal, económico y profesional de quien la padece.
A veces, la obsesión se manifiesta vehementemente sólo durante ciertos períodos, que pueden estar asociados al estrés. En otros casos, es constante aunque quizás menos intensa. También vemos casos que presentan una especie de anorexia sexual, por causa de su afán por mantener un estricto control sobre su obsesión.
Concretamente, puede tratarse de conductas masturbatorias, fetichistas, afición a la pornografía, promiscuidad... La severidad del trastorno está determinada por la cantidad de tiempo, esfuerzo y recursos que suponga para la persona.
Hoy día, Internet ofrece muchísimas facilidades para generar un interés desmedido por actividades relacionadas con el sexo: chateo, cibersexo, páginas con contenido sexual… La inmediatez de la aparente satisfacción es el refuerzo que hace que la persona se enganche fácilmente. Lo que en un principio empezó como una afición se convierte en una obsesión, que puede ocasionar muchos problemas.
En ocasiones, la obsesión sexual −cualquiera que ésta sea− se genera porque el sexo es contemplado como algo prohibido. Y, a menudo, lo prohibido fascina. Además, suele ir acompañada por sentimientos de culpa −con el consecuente secretismo− en quien la padece.
Es posible encontrar desde trastornos ligeros hasta otros bastantes severos, que llegan a incapacitar a la persona. De esto último recordamos casos en los que la persona llega a tal descuido de su trabajo, su pareja y sus hijos que queda en la ruina afectiva, personal, económica y social.
No obstante, son mucho más frecuentes los casos moderados, difíciles de asumir por parte del afectado y en los que el pronóstico es mucho más favorable si se interviene. Ahí puede ayudar la pareja, en el caso de que la tenga, animándolo a que se ponga en tratamiento. Que quede claro que este tipo de patologías no tiene nada que ver con que se tenga una afición y un interés por disfrutar del sexo.
¿Alguna vez te ha preocupado tu grado de interés por el sexo? ¿Has pasado por algún período de obsesión sexual? ¿En qué consistía y cómo lo viviste? ¿Conoces a alguna persona obsesionada por el sexo?
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