LA SEXUALIDAD EN LAS PERSONAS QUE SUFREN DEPRESIÓN
Las enfermedades mentales suelen provocar con frecuencia trastornos sexuales. La depresión se cuenta entre las enfermedades que más a menudo genera estos problemas y, dada su elevada frecuencia (en España afecta aproximadamente al 10% de los adultos y al 20% de los pacientes que tienen alguna enfermedad), supone un problema de salud de gran magnitud.
La depresión puede tener diferentes grados de severidad. Varía desde una depresión reactiva provocada por algún acontecimiento que se vive de una manera muy negativa, como la pérdida de un ser querido, a la depresión mayor de extrema gravedad, o a los trastornos bipolares en los que se alternan fases de depresión con otras en las que el ánimo está elevado, expansivo o irritable.
Lo más frecuente es que la depresión se presente con una serie de síntomas entre los que sobresale la tristeza profunda, el humor depresivo, las ideas de ruina y de ausencia de futuro, el llanto fácil y constante, y la incapacidad para disfrutar con actividades que antes resultaban placenteras. Son frecuentes los intentos de suicidio, que consuman entre el 10% y el 15% de los pacientes. A menudo el cuadro es más sutil y se evidencia desgana, desánimo, pesimismo, pocas ganas de levantarse por la mañana, insomnio, trastornos en el apetito, etc. Otras veces la enfermedad es difícil de reconocer porque se presenta enmascarada con otras como alcoholismo, drogadicciones, fobias, trastornos de pánico o consumo de fármacos como los ansiolíticos.
En la depresión es muy corriente la desaparición de cualquier tipo de deseo sexual, así como de la capacidad para disfrutar de las fantasías sexuales, tanto en el hombre como en la mujer. Sólo en un tercio de los pacientes deprimidos se producen trastornos sexuales graves, disfunción eréctil en el hombre y ausencia de orgasmos (anorgasmia) y coito doloroso (dispareunia) en la mujer.
En los pacientes que sufren depresión, lo prioritario es curarla, pero el tratamiento puede mejorar con una intervención simultánea de los trastornos sexualesLa disfunción eréctil sucede entre el 18% y el 35% de los pacientes depresivos, pero el porcentaje aumenta hasta afectar al 90% en depresiones muy graves, lo que no es sólo debido a la enfermedad, sino también a la inhibición del deseo sexual y a los efectos secundarios de los psicofármacos, que contribuyen de forma importante a su aparición. Los medicamentos más utilizados para tratar la depresión, los ISRS (inhibidores selectivos de la recaptación de la serotonina), que son magníficos fármacos antidepresivos, inducen disfunción eréctil como media en casi el 30% de los pacientes. Otros medicamentos también utilizados, como la clomipramina, provocan trastornos sexuales hasta en el 50% de los casos. La velanfaxina lo hace en un 36% de los pacientes y la risperidona en el 44%.
En los pacientes con depresión que sufren problemas sexuales, lo prioritario, sin duda, es tratar la depresión. No obstante, diversos estudios han demostrado que los resultados terapéuticos mejoran si se realiza un tratamiento integral, con intervención simultánea sobre la depresión y el trastorno sexual. Gran parte de los pacientes que toman antidepresivos sufren, durante el tratamiento, menoscabo de su capacidad sexual, que si es identificada por el paciente (lo que sucede con frecuencia), suele ser muy mal tolerada y le empuja al abandono del fármaco antidepresivo, tan esencial para tratar su enfermedad. Esta actitud comporta un grave riesgo para su integridad, dada la alta incidencia de suicidios entre los pacientes que no son tratados de forma correcta. Diversas investigaciones han confirmado que el abordaje terapéutico simultáneo de depresión y disfunción sexual mejora la calidad de vida del paciente y facilita una recuperación más rápida de la enfermedad depresiva porque potencia el cumplimiento del tratamiento.
De especial interés en los pacientes es el uso de ansiolíticos como las benzodiazepinas, medicamentos utilizados con profusión, casi siempre por automedicación o facilitados por familiares o vecinos. Aunque en el inicio del tratamiento de la depresión suelen estar indicados, no lo están en la fase posterior y el médico de familia o el psiquiatra los suele retirar con rapidez (suelen comenzar a hacerlo a las 3-4 semanas de tratamiento), debido a los problemas que su uso crónico conlleva, entre los que destacan: el posible empeoramiento de la depresión (con incremento del riesgo de suicidio), su capacidad de generar adicción o dependencia con necesidad de incremento de dosis y la inducción de trastornos de memoria.
En otras enfermedades mentales como la ansiedad y las fobias relacionadas con temas sexuales también hay un alto índice de disfunciones sexual
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